Reserva Nacional de Paracas
La Reserva Nacional de Paracas, creada en 1975, es un área
natural para proteger uno de los ecosistemas más raros del mundo que comprende
uno de los desiertos más secos del planeta, una zona de inmensa riqueza
biológica marina y zonas con yacimientos arqueológicos de la antigua Cultura
Paracas.
La Reserva Nacional de Paracas es una de las dos áreas
naturales protegidas categorizada, que protege muestras representativas de
nuestros ecosistemas marino - costeros. Su importancia radica en que protege una
gran diversidad biológica indispensable para el mantenimiento de diversos ciclos
biológicos que garantizan la conservación de las especies, al igual que genera
ingresos económicos a miles de pobladores. Además, la Reserva Nacional de
Paracas está incluida en la lista de humedales de importancia internacional de
la Convención de Ramsar.
Está ubicada en parte de los distritos de
Paracas y Salas, pertenecientes a las provincias de
Paracas e Ica respectivamente, en el departamento de Ica. Su extensión es de
335,000 hectáreas, de las cuales el 35% pertenecen a tierra firme e islas y el
65% a las aguas marinas. Temperaturas promedio de 19°C , con sol casi todo el
año y ausencia de lluvias. (Ver
Mapa de la Reserva Nacional
de Paracas)
En la zona arqueológica destacan las necrópolis y los centros
arqueológicos de Cabeza Larga y la Pampa de Santo Domingo.
Se pueden realizar diversas visitas en la reserva que cuenta
con numerosos atractivos naturales y arqueológicos en sus 335,000 hectáreas,
además de disfrutar de sus playas, observación de aves y aventuras en el
desierto. Uno de sus atractivos es el Candelabro, un geoglifo de más de 120
metros de extensión que puede observarse mejor desde el mar, en el trayecto a
las Islas Ballestas.
El Centro de Interpretación ofrece una interesante
explicación de la biodiversidad y los peligros que afronta la zona. El
Museo de Sitio Julio C.
Tello exhibe permanentemente piezas de la cultura Paracas hallados en los
cementerios del lugar.
Rutas Turísticas en la Reserva Nacional de Paracas
La forma tradicional de visitar la reserva es desde el
balneario de Paracas, a través de la carretera Pisco -
Puerto San Martín y desvío hasta el centro de interpretación y Museo de Sitio
Julio C. Tello con un recorrido de 5 Km. desde Paracas ó 27 Km. desde
Pisco. En el puesto de control se
debe pagar el derecho de ingreso.
Lo más recomendable es realizar la visita con un tour
operador y guías locales.
Existen otros puntos de acceso a la reserva, a través de vías
afirmadas, no señalizadas, que permiten el tránsito en cualquier tipo de
vehículo y se recomienda sea siempre acompañado de un guía local. Hay algunas
rutas que exigen transportarse en vehículos 4x4.
Para las visitas a la playa de Barlovento y bahía
Independencia, en la parte sur de la reserva, se puede ingresar por Pozo Santo
en la carretera Panamericana Sur, y se recomienda sólo usar vehículos 4x4.
En las zonas de playa existe gran cantidad de aves endémicas
y migratorias, por lo que debe tomar especial cuidado de no alterar el hábitat
natural y seguir todas las indicaciones y normas del SERNAMP.
Observación de Fauna y Flora en la
Reserva Nacional de Paracas
La Reserva Nacional de Paracas alberga una gran diversidad
biológica, en especial en la parte marino - costera. Se estima que existen cerca
de 216 especies de aves, 36 de mamíferos, 10 de reptiles, 168 de peces y un gran
número de invertebrados que son parte inicial de la cadena trófica de este
importante lugar. El principal banco de conchas de abanico (Argopecten
purpuratus) del país se encuentra en la bahía de Independencia, donde
también se halla una importante variedad de cangrejos, caracoles marinos,
pulpos, erizos y otros moluscos.
Dentro de las aves que se pueden ver destacan el flamenco o parihuana (Phoenicopterus
chilensis), el pingüino de Humboldt (Spheniscus humboldti), el
potoyunco (Pelecanoides garnotii), el zarcillo (Larosterna inca) y
eventualmente el cóndor andino (Vultur gryphus). También se pueden
apreciar los lobos marinos finos (Arcthocephalus australis), los lobos
marinos chuscos (Otarya bironia) y el gato marino o nutria (Lontra
felina). Así también se pueden divisar en las aguas marinas a la ballena
jorobada (Megaptera novaeangliae), el bufeo (Tursiops truncatus) y
el delfín oscuro (Lagenorhynchus obscurus). (Ver:
Observación de aves en
Paracas) La vegetación es escasa
en la Reserva Nacional de Paracas, sin embargo se pueden observar algunas
porciones de lomas costeras en las partes más altas de los cerros formadas por
efectos de la humedad y que sirven de hábitat a diversos reptiles, insectos,
aves y a algunos mamíferos.
Dentro de la Reserva Nacional de Paracas se han identificado
más de 100 sitios arqueológicos que demuestran el grado de adaptabilidad a la
zona del antiguo peruano. Los restos encontrados muestran un estilo de vida
simple, dedicado básicamente a la pesca y a la recolección de mariscos. En el
proceso evolutivo de la cultura Paracas se encuentran los conocidos y valorados
textiles que son clasificados en la etapa Necrópolis de esta importante cultura.
En el Museo de Sitio Julio
C. Tello se puede conocer parte de la fascinante historia de este lugar que
representa un centro cultural importante del país. En el recorrido a través de
la Reserva Nacional de Paracas se encuentran diferentes vestigios de la riqueza
arqueológica del lugar y de la interdependencia del mar con el poblador.
Las costas de Paracas son famosas tanto por la belleza de su
paisaje natural como por la riqueza de sus rituales funerarios y la calidad de
sus textiles, pero también por sus avanzados conocimientos de cirugía que datan
de hace 2500 años: se calcula que casi 60% de los individuos a quienes se
practicó trepanaciones craneanas consiguió sobrevivir a su intervención.
En 1925, el arqueólogo peruano Julio
C. Tello descubrió los restos de la cultura Paracas. Sus esplendorosos mantos,
testimonio de la visión mágico- religiosa que regía la vida social de esta
cultura, se tejían en algodón, la lana de camélidos o material mixto, sobre los
que se bordaban figuras con hilos de lana. Unos de los personajes más reiterados
exhibe contornos humanos con elementos de ave y felino, y lleva asidos, a manera
de cetros, cabezas degolladas, flechas, plantas y otros emblemas. Aparece
erguido, de frente, de perfil o en pleno vuelo. La ocupación prehistórica de
Paracas se remonta por lo menos a 5000 años A.C. La presencia temprana y estable
del hombre impresiona si se considera que este medio ambiente de oasis y
desierto cambió poco a lo largo de miles de años. Aproximadamente desde el 400
A.C. la península comenzó a convertirse en un inmenso cementerio. Generación
tras generación fue enterrando a sus difuntos en la arena del desierto, y de
esta manera fue dando forma a un verdadero territorio de muertos. Las
estructuras funerarias de esta época son profundas y tienen forma de botella:
una amplia cámara subterránea capaz de alojar a 30 o 40 individuos envueltos en
telas, a la que se accede a través de un pozo estrecho a alargado. Por esta
razón, se ha llamado a esta etapa de la historia local Paracas Cavernas. Cientos
de estos entierros fueron descubiertos por Tello en los años veinte,
fundamentalmente en la zona de Cerro Colorado, cerca de la cual se encuentra el
museo de sitio de Paracas.
Hacia el 200 a.C. las costumbres
funerarias cambiaron. En esta nueva etapa, a la que se conoce como Paracas
Necrópolis, los individuos agrupados fueron enterrados a poca profundidad,
muchas veces entre la basura y las casas de las ocupaciones anteriores, aunque
siempre en la forma de fardos envueltos en textiles colocados unos junto a
otros. De los cementerios de este tipo, Wari Kayan y Cabeza Larga, provienen
muchos de los mejores exponentes del arte textil y de la cirugía prehispánicos.
Las telas- producto del trabajo creativo con algodón y tintes naturales- que
envuelven a los individuos enterrados constituyen uno de los logros más
espectaculares de la técnica y la estética andina. A lo largo de una historia
compleja, la península resultó también atractiva para los habitantes de comarcas
adyacentes: las vasijas de cerámica halladas en los entierros Paracas
Necrópolis, especialmente en los más recientes, delatan una serie de patrones
culturales que tiene su origen en los valles situados inmediatamente al norte:
Pisco y Chincha, zona de civilización de la cultura Topará. |